Dania Virgen García
Las expectativas de la población para una feria de este tipo, nunca se
cumple, se supone que las organizaciones del gobierno, el Partido Comunista de
Cuba, Unión de Jóvenes Comunistas, las
organizaciones de masas, los Comité de Defensa de la Revolución, y las
propagandas, deban garantizar los productos con calidad, precios asequible para
una población necesitada, y una amplia demanda para satisfacer a una comunidad
hambrienta.
Días antes de la feria agropecuaria que se anunció a través de los
diferentes medios de comunicación, la población con regocijo esperaba la fecha.
Resulta que el día más esperado, chocó con la realidad.
Los camiones de diferentes productos de la agricultura, cosechas recogidas
en las provincias de Artemisa y Mayabeque que debían estar en horas tempranas
para recibir al pueblo de los diferentes barrios de todos los municipios de la
Habana, donde se les esperaba con ansias desde las 5 de la mañana. No llegaron.
Entre las 10 y las 11 de la mañana comenzaron a parquear en los destinos.
Horas antes, más de 150 camiones estaban estacionados en el mercado
agropecuario del Trigal, situado en Calabazar. La población no recibía
respuesta de aquella demora. Los choferes se negaban a salir porque estaban
negociando con los vendedores particulares.
Los productos que tanto mencionaron y que fueron contratados por las
Empresas y el Poder Popular, no dio abasto para una multitud ya desconsoladas,
y cansada que comenzó a reñir y amontonarse encima de los carros.
Los altos precios, disgustó a la población que protestaba por el abuso y la
mentira, exigían una explicación. Que no fue dada ni por los medios de
difusión.
El frijol lleno de piedras y tierra a 12 pesos la libra, el tomate a 12
pesos la libra, la col chiquita y picada a 12 pesos cada una, las cebollas
moradas y blanca a 25 pesos, dos mazos con 4 cebollitas cada uno, en mal
estado, y con mucha ramas, la lechuga con las hojas picadas, gusano, y tierra a
8 peso tres hojas.
Casi oscureciendo, bajaron el precio del tomate que estaba descompuesto y
verde. Los carreros para no regresar a su provincia con él, lo vendieron a 5
pesos la libra.
Los boniatos y yuca, que llenos de
tierra colorada estaban y picados, se agotó rápido. La malanga con las mismas
condiciones se agotó, a pesar de tener el precio alto. La fruta bomba verde a 5
pesos la libra, la madura a tres pesos. El plátano de vianda y fruta sin el
tiempo a 1.50 la libra con el tallo.
La carne de cerdo a 40 peso la libra y la que estaba a 25, descompuesta y
verde, donde se le posaban centenares de moscas de todos los colores.
A las latas de puré de tomate le hicieron una pequeña rebaja de 28 pesos a
20 pesos. El pan y la galleta se agotó.
Todos los productos antes mencionados se vendieron en moneda nacional CUP.
Los líquidos como los refrescos, cerveza, y cigarros en moneda convertible.
Todos los camiones con una sola pesa para despachar a más de 200 personas
en cola y riñendo. Los choferes seleccionaban los productos de mejor calidad y
se los vendían a los particulares, más caros.
Muchas tarimas sin carpas, los vendedores bajo el sol se refrescaban con
ron y cerveza. Muchos policías y carros
patrulleros, pero no aplacaban la muchedumbre.
La comida que se vendía en cajitas de cartón, mal elaborada con moscas y
peste.
La multitud frenética susurraba de la insuficiencia en los productos, sin
calidad, y caros.
No faltaron en las ferias, las propagandas del gobierno, banderas del 26 de
julio, y la de la estrella solitaria, los cincos en carteles dentro de los
camiones y tarimas. Ya no dicen volverán. ¨Volvieron¨.
El gentío que pasaba y leía el cartel de los cinco, cuchicheaban que el
gobierno de Barack Obama los había liberados, y ni las gracias le habían dado.
dania@cubadentro.com