Dania
Virgen García
La candonga de la calle 2da de La Cuevita, barrio del municipio San Miguel del Padrón, por muchos años fue famosa por vender barato todo tipo de productos industriales, y artesanales de primera mano: bisutería, ropas, productos de aseo o limpieza, zapatos, juguetes, artículos electrodomésticos, etc.
Muchas personas de distintos lugares de La Habana y
del país llegaban hasta allí para comprar algunos de los productos
mencionados, muchas veces para revenderlos.
En los últimos meses se decía que era la tienda más
grande que había en Cuba.
Extranjeros del Perú, Ecuador, Colombia, Estados
Unidos, Rusia, entre otros países, traían ropas de baja calidad y alquilaban en
casas de los alrededores para contactar con los vendedores y venderles la ropa a bajo precio y por
cantidades.
Empleados de diferentes tiendas recaudadoras de
divisas llegaban al lugar y compraban
ropas y otros artículos para venderlos en las tiendas a un 10 % por
encima de su precio.
En fin, en ese lugar se llegó a mover mucho dinero. La
mayoría fue recaudada por el gobierno.
También cogían dinero los agentes del orden público, inspectores, oficiales del
DTI y otros aprovechadores.
El 1ro de enero fue cerrado el lugar. Una parte de los
vendedores fue reubicada en un parqueo que fue remodelado para la ubicación de
los cuentapropistas. Ahora lo llaman El Boulevard
Los cuentapropistas tienen que pagar diariamente 16
pesos por el alquiler del espacio que ocupa la mesa y vender bajo el sol, sin condiciones para protegerse de la lluvia.
Si van a guardar la mercancía en el almacén, tienen que pagar 10 pesos.
A partir del 20 de enero, tendrán que justificar con
vales de venta los productos que tienen en existencia.
Son extremadamente vigilados por los inspectores y la
policía, pero muchos vendedores comentan
que “se relajarán cuando baje la
marea, porque todos buscan como llenarse los bolsillos”.
A las ropas confeccionadas industrialmente que son
traídas del extranjero, como está prohibida su venta, los cuentapropistas les
quitan las etiquetas y las ponen en percheros como si fueran hechas
artesanales.
Otros productos son escondidos y vendidos a personas conocidas, y sus clientes fijos.
A menudo, algunos son chivateados por otros
cuentapropistas, les quitan las
licencias y le imponen multas extremadamente excesivas.
dania@cubadentro.com