Dania
Virgen García
La epidemia del cólera que azotó a la mayoría de las
prisiones cubana, causó graves estragos entre los presos, que fueron los más
propensos a la enfermedad por la falta de higiene, la hambruna, y la deficiente en la asistencia médica.
El general Marcos, y sus subordinados de la Dirección
de Cárceles y Prisiones prohibieron la
entrada de alimentos elaborados que les llevaban los familiares a los presos
con mucho sacrificios, cada 45 días y más.
Una buena parte de la población penal es pobre, y
sus familiares son de lejanas provincias.
La comida de los presos es poca, mal elaborada y a
menudo en mal estado.
Más del 80 % de la población penal está desnutrida.
Por la carencia de la atención médica bucal, a un 60 %
de los presos se le han caído los dientes, o los tienen picados y
partidos.
Un 30 % de los presos pierden la visión con rapidez.
Cuando un virus ataca a las prisiones, la mayoría de
los reos se contagian por el deterioro de sus sistemas inmunológicos.
Los que padecen enfermedades crónicas se agravan con
el tiempo, mayoritariamente los hipertensos, diabéticos, tuberculosos, enfermos
de VIH-SIDA, ulcerosos, cancerosos, cardiópatas, y otros.
A cinco meses de la epidemia, continúa la prohibición
de llevar alimentos a las prisiones, pero esta vez es justificando que los
fármacos que poseen los reos dentro del penal son abastecidos por los
familiares. Se sabe que los que
mantienen el negocio de las drogas
dentro de las prisiones son los médicos, enfermeros y carceleros, que se los
suministran a los llamados disciplinas, que son generalmente presos con altas sanciones (asesinos,
violadores, pederastas y otros).
A los presos les dan un sancocho que no sirve ni para
los animales, en una triste y mínima ración que no supera los 120 gramos, de aporreados de tenca con
olor ha podrido, con espinas y vísceras
incluidas, picadillo putrefacto con arroz, espaguetis, y alguna yerba. Ese es
el plato fuerte. Una mezcla lo más
parecida a un vómito de perro.
Los potajes son chícharos nadando en agua, con gorgojos, arroz con
semillas y piedras, todo esto elaborados sin aceite y sin condimento alguno.
Las mermeladas son ácidas y fermentadas, las ensaladas podridas, con tierra,
caracoles, lombrices, babosas, el pan con
cucarachas, mierda de ratones, y moscas; lo que llaman leche es un
cocimiento con sabor a tierra y orina.
Para los incrédulos, cuando estuve presa, fui testigo
de este tipo de alimentos.
La corrupción de los fármacos en las prisiones, no ha
desaparecido. Al contrario, ha crecido. Cómo es posible si ya los familiares no
pueden entrar comida elaborada a los presos y al entrar al penal, después de
las visitas familiares y los pabellones conyugales, son desnudados, tienen que
hacer cuclillas, y son requisados minuciosamente por los carceleros.
Las imposiciones de los carceleros y los altos
funcionarios del MININT, en las prisiones son artimañas para proteger a los
verdaderos traficantes.
En las prisiones cubanas todos los uniformados conocen
cómo funciona el negocio de los sicofármacos.
Los carceleros y los trabajadores civiles, son los que
diariamente introducen estos medicamentos, incluyendo el alcohol de 90 grado
con el que los presos fabrican las
bebidas carcelarias. Los llamados disciplinas paramilitares, los chivatos, son
los encargados de vendérselas a los presos.
Solo hay que estar en la entrada de las prisiones y
ver como los carceleros los trabajadores civiles, y los militares, con
mochilas, bolsos, cubetas, galones, y hasta los bolsillos llenos de fármacos
y alcohol, que introducen en sus
oficinas para la corrupción y sus negocios.
También se ven a la salida las cubetas llenas de
comidas para los cerdos, dentro de este sancocho se introduce los nylon de alimentos no elaborados, para su
uso personal.
Estos actos de corrupción ocurren desde hace muchos
años, delante de los ojos de los altos oficiales del MININ T, que son los
supuestos encargados de combatir la corrupción.
Estos oficiales del MININT y sus carceleros, torturan, roban, atentan contra la vida de
los presos enfermos o en huelga de
hambre, les propinan golpizas hasta dejarlos con cicatrices para toda su vida,
los matan de hambre, con sobredosis de sicofármacos, reprimen a los que denuncian las violaciones.
Se jactan de que ellos son los que mandan en las más de 200 prisiones y campamentos de
trabajo forzoso CETEN, donde los presos son tratados como animales.
Solo le digo al Ministro de Relaciones Exteriores,
MINREX, Bruno Rodríguez Parrilla, que debe verificar bien el informe que
entregó en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, ya que le están haciendo quedar muy mal
parado.
¿Sabrá lo que piensan los familiares de los presos que
sufren diariamente los atropellos de los carceleros?
Sin menospreciar al ministro del MINREX, y a sus acompañantes, esta reportera está dispuesta a
ayudarlo a entregar un buen informe al Consejo de Derechos Humanos de la ONU.
dania@cubadentro.com