Dania
Virgen García
La huelga de hambre es un método utilizado por
los presos políticos cubanos para
reclamar sus derechos. Algunos llegan hasta a
morir, como los opositores Pedro
Luis Boitel, en 1972, y Orlando Zapata Tamayo, en 2010.
Desde un punto de vista médico, una huelga de hambre,
que no es más que la abstinencia de
alimentos que se impone una persona de forma voluntaria para reclamar algo, puede eliminar la
actividad total de un organismo, en un tiempo comprendido de 15 días hasta un
mes, según las reservas de que disponga cada persona.
Si la huelga de hambre incluye negarse a tomar agua,
la muerte tarda sólo unas cuantas semanas. Si al huelguista se le suministra
alimentos por procedimientos médicos (alimentación parenteral), puede sobrevivir más de dos meses.
En los primeros cinco días se dañan dos órganos
claves, los riñones y el hígado. En la primera semana comienza a degradarse el
sistema circulatorio, y a dañarse el corazón. A los veinte días la
insuficiencia cardiaca puede producir paros, y el cerebro comienza a disminuir
sus funciones vitales. En la tercera semana comienzan a hacerse notorios los
mareos, la pérdida de memoria y de la visión, y fuertes sensaciones de vértigo,
para entrar posteriormente en estado de coma.
En Cuba muchos reos comunes han realizado huelgas de
hambre prolongadas de hasta más de
120 días para reclamar sus derechos,
pero al gobierno no le ha importado su salud, y los han dejado morir sin que
sus casos lleguen a ser conocidos.
Ahora, un
ciudadano colombiano que está preso en
Cuba desde enero, John Alexander Serrano
Rincón, lleva más de 110 días en huelga de hambre. En grave estado, Serrano, que se encontraba
ingresado en el Hospital Nacional “Enrique Cabrera”, en Boyeros, una información que tuvo esta
reportera, al parecer fue trasladado el domingo 17 de junio para el Hospital
Militar Carlos J. Finlay, en Playa.
A Serrano Rincón las autoridades cubanas lo acusan de
narcotráfico, pero él afirma ser inocente. Su esposa Alejandra Prieto, y demás
familiares han hecho lo posible para que sea devuelto para su país, sano y
salvo, pero ha sido inútil.
Me pregunto qué le sabe Raúl Castro, o su hermano
Fidel, al presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, para que dejen morir a un
hombre inocente, y quizás a otro más, porque hay otro colombiano que está preso
en Cuba que se halla casi moribundo,
Luis Fernando Guevara Castro, al que le fue implantado un
marcapaso, y que está bajo la instrucción
penal del tal Joel Pina.
La puerta de la embajada de Cuba en Colombia le fue
cerrada en sus narices a la esposa de
Serrano Rincón y sus dos niños el 14 de junio. Según información de la hermana
y la esposa de John Alexander Serrano
Rincón, Alejandra, habían pedido una entrevista
para pedir viajar a Cuba, pero se
negaron a recibirlas y la solicitud le fue denegada.
Otra situación desagradable que tuvieron fue que un
funcionario cubano las miró desafiante,
hizo gestos groseros y escupió en el piso,
sin importarle la presencia de los niños.
A pesar de que este caso es ampliamente conocido por
la prensa internacional, la famosa abogada cubana Nuri Piñero Sierra le pidió
en un correo a la esposa de Serrano que “no continuara informando a la contrarrevolución”. La abogada ha intentado chantajearla. A
pesar de que Alejandra le dijo a la doctora Piñero que necesitaba conocer el
expediente de su esposo, hasta el momento está esperando respuesta.
En las leyes cubanas, la amenaza, la coacción, el
chantaje, y otros métodos para conseguir información o lograr algún objetivo
son penalizados, pero estas leyes no se aplican y las autoridades se valen de
esos métodos para anotarse méritos en sus expedientes de evaluación y para
adquirir grados.
El recluso colombiano John Alexander Serrano Rincón
debe morir para que las autoridades cubanas queden limpias, a no ser que
después de seis meses encuentren algún fantasma.
dania@cubadentro.com